lunes, 30 de mayo de 2011

HISTORIA T 16 La Guerra Civil (1936-1939)

1. La sublevación militar y la internacionalización del conflicto:

La rebelión: el 17 de julio se inicia la sublevación en Melilla. Los oficiales rebeldes se hicieron con la ciudad y también con Ceuta y Tetuán. Los que intentaron oponerse fueron reducidos, y la mayoría, fusilados. El jefe de Gobierno, Casares Quiroga, no comprendió la importancia de la rebelión ya que perdió unas horas decisivas sin tomar medida alguna. Tampoco dio instrucciones a las autoridades provinciales ni hizo caso de los sindicatos de que les entregara armas. El día 18, Queipo de Llano se sublevó en Sevilla, y con la ayuda de soldados y falangistas, consiguió dominar todos los centros neurálgicos de la ciudad. Cuando los sindicatos quisieron reaccionar era ya tarde. El golpe triunfó en casi todas las capitales de Castilla, en algunas ciudades gallegas y en zonas de Andalucía y Extremadura. Casares Quiroga dimitió y se nombró nuevo jefe de Gobierno Martínez Barrio, que intentó negociar, pero Mola rehusó, por lo que Martínez Barrio, el PSOE y el PCE convocaban a la movilización a toda su militancia. En Pamplona, Mola esperó a la mañana del 19 para sublevarse. Otras ciudades quedaron bajo dominio rebelde, como La Coruña y Oviedo, donde el coronel Aranda se hizo con el control de la ciudad tras engañar a las milicias mineras, que partieron confiadas hacia el sur para ayudar a la defensa de Madrid. Durante varios meses la capital asturiana permanecería sitiada desde las cuencas mineras.

El fracaso del golpe y sus causas: la rebelión fracasó en Aragón, Asturias, Cantabria, Cataluña, Levante y Andalucía. En Vizcaya y Guipúzcoa, la actitud del PNV, que declaró su lealtad al Gobierno, inclinó la balanza contra la sublevación. Los fracasos más graves se produjeron en Madrid y Barcelona. En la capital catalana, la CNT lanzó a los obreros a las calles y se hizo con armas para enfrentarse a las tropas golpistas. Con la colaboración de los Guardias de Asalto y la Guardia Civil rechazaron el avance y sitiaron a los insurrectos. En Madrid, el nuevo presidente de Gobierno, José Giral, entregó armas a las milicias obreras, que consiguieron vencer a los golpistas. En general, el golpe triunfó o fracasó en función de dos condiciones: la rapidez y coordinación de sus protagonistas, y de la capacidad de reacción de las fuerzas populares. En las primeras horas, solo la indecisión de muchos golpistas les llevó al fracaso. Desde el día 19, la clave estuvo en las dudas de muchos gobernadores y alcaldes, que rehusaron la orden de entregar armas, temerosos de su uso posterior. También fue fundamental la actitud, leal o rebelde, que tuvieron las unidades de la Guardia Civil.

La reacción internacional ante la guerra y el Comité de No Intervención: desde su inicio, la guerra española se convirtió en un conflicto internacional. La extrema tensión de la época facilitó la toma de postura. En general, la opinión pública progresista y obrera se alinearon con la República, identificada con la defensa del sistema democrático; y los conservadores apoyaron al bando sublevado. Los dirigentes democráticos occidentales no querían arriesgarse a una nueva guerra europea. El Gobierno francés estuvo inicialmente dispuesto a entregar armas a la República, pero la presión inglesa le hizo desistir. Por iniciativa británica se constituyó el Comité Internacional de No Intervención, en el que se integraron países como Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. Se comprometieron a permanecer neutrales y evitar el suministro de armas y recursos. Pero el Acuerdo de No Intervención resultó ser un completo fraude: tanto Italia como Alemania enviaron material, hombres y dinero al bando franquista. La República solo recibió ayuda de la URSS, pero en mucha menor cuantía. El llamado Pacto de Munich significó el fin de las esperanzas de la República. Fue significativa la actitud estadounidense: mientras el Gobierno se declaraba neutral permitía que la compañía Texaco suministrara combustible al gobierno de Burgos (Franco).

La ayuda extranjera: además de la superioridad militar de los franquistas, la desigual ayuda exterior fue la otra causa determinante de su victoria. Tras el golpe, Franco y Mola solicitaron a Italia y Alemania dinero y armas. Pronto comenzó a llegar la ayuda militar. Mussolini envió cerca de 70.000 hombres, con munición y material de guerra. Alemania vendió armas y envió a España la Legión Cóndor, con numerosos técnicos y asesores militares. También tuvieron la colaboración de Portugal, con armas. Por su parte, la República contó con la ayuda soviética en armamento y asesores. En las batallas de 1938, la falta de artillería y de aviación, mientras el Gobierno franquista recibía suministros alemanes e italianos, resultaría definitiva. La otra ayuda que recibió la República fue la de las Brigadas Internacionales, formada por voluntarios antifascistas reclutados en todo el mundo. Empezaron a llegar en octubre de 1936, y fueron entrenados en Albacete. Se calcula que llegaron unos 40.000 y su ayuda fue importante, sobre todo en la defensa de Madrid. A finales de 1938, Negrín aceptó su retirada ante las presiones del Comité de No Intervención. Este no consiguió lo mismo del bando franquista, que contó hasta el fin con unidades italianas.

2. El desarrollo de la guerra:

Las fuerzas en presencia: desde el punto de vista geográfico, la zona bajo control sublevado ocupaba dos amplias regiones, al sur y norte de la Península, además del norte de África, Canarias y Baleares. La zona republicana estaba partida en dos, el núcleo principal permanecía más aglutinado que el territorio rebelde, y dominaba la costa mediterránea y buena parte de la atlántica. Los sublevados controlaban parte de la frontera portuguesa, mientras que la zona del Pirineo era leal a la República.. Desde el punto de vista económico, la República tenía mayor dominio de las regiones industriales, contaba con las reservas de oro del Banco de España y con reservas suficientes de trigo y cultivos. El bando sublevado tenía las reservas de cereal y ganado, además del carbón leonés y las minas de Riotinto. Si atendemos a los efectivos militares, la mitad de las unidades del ejército permanecía bajo el control del gobierno republicano. Pero la gran mayoría de los oficiales se había sublevado, lo que obligó al gobierno a empezar casi de cero para recomponer un ejército sobre la base de las milicias obreras. Además, el bando golpista contaba con varias divisiones íntegras y, sobre todo, con el Ejército de África, el mejor equipado y entrenado. No ocurrió lo mismo en la flota y la aviación: los marineros se rebelaron contra los oficiales golpistas y apenas media docena de buques quedó en manos de los sublevados. Respecto a la aviación, la República tenía la mayor parte de los aviones, si bien muchos de ellos habían sido inutilizados por los oficiales sublevados antes de ser reducidos.

La descomposición política tras el golpe: la sublevación tuvo una consecuencia militar en ambos bandos: la ausencia de un poder civil organizado. En el lado sublevado la autoridad quedó en manos de un puñado de generales, sin una clara jefatura. Se organizaron a través de bandos, que, siguiendo instrucciones de Mola, establecieron un régimen autoritario, militarizando al máximo las libertades civiles. En el lado republicano, la red de gobernadores civiles y militares estaba completamente deshecha, y el Gobierno quedó sin autoridad. El poder quedó en manos de comités obreros organizados por los partidos y sindicatos, sobre todo en los lugares en que su papel había sido decisivo para hacer fracasar el golpe, como Cataluña. En las primeras semanas proliferaron los juicios sumarios sin garantía alguna, seguidos de ejecuciones y asesinatos. En el bando sublevado, los fusilamientos fueron la respuesta habitual a la resistencia al golpe. Entre los ejecutaos hubo varios generales, también Federico García Lorca. En la zona rebelde la represión fue bastante más organizada y dirigida que en el bando contrario. En la zona republicana, por el contrario, la represión fue espontánea y desigual. Fue una respuesta visceral al golpe, llevada a cabo por grupos casi siempre incontrolados. En las primeras semanas fueron juzgados por tribunales militares y fusilados los generales Goded y Fanjul, también José Antonio Primo de Rivera. Desde finales de 1936, la represión se atenuó mucho, y las autoridades pasaron a controlar aún más la situación.

El avance de los sublevados en las primeras semanas de guerra: los primeros días sirvieron para consolidar los frentes en Madrid, Andalucía y Aragón. Gracias a la ayuda alemana se inició el traslado masivo del Ejército de África a la Península. Yagüe decidió desviarse a Badajoz, repleta de refugiados, y tras una breve y dura resistencia tomaron la ciudad y emprendieron una brutal matanza. Entre 2.000 y 4.000 personas fueron asesinadas, lo que provocó un escándalo internacional. La toma de Badajoz permitió enlazar las dos zonas del bando sublevado y suministrar ayuda al ejército de Mola. Durante septiembre y octubre, el avance de las tropas sublevadas fue continuo: tomaron Irún y San Sebastián. Aunque los republicanos consiguieron detener el avance, Mola había cumplido uno de sus objetivos: aislar el País Vasco de la frontera francesa. En el sur los sublevados conquistaron Ronda, Riotinto y llegaron hasta Talavera y Maqueda. Franco tomó la decisión de desviar sus tropas para tomar Toledo, y la toma del Alcázar se convirtió en una baza propagandística, que tuvo un efecto decisivo en el ascenso de Franco a la jefatura de los sublevados. Pero también retrasó el asalto a Madrid.

La batalla de Madrid: el día 18 de octubre las fuerzas de Varela llegaron a las afueras de Madrid e iniciaron una operación de tenaza sobre la capital, desde el sur y el oeste. El Gobierno decretó la militarización de las milicias y se organizaron las primeras Brigadas Mixtas, compuestas por soldados y milicianos. Se trasladaron a Cartagena el oro y la plata del Banco de España y se envió a Azaña a Barcelona. Mientras, la capital repleta de refugiados con problemas de abastecimiento, empezaba a ser bombardeada por los alemanes. En noviembre las tropas franquistas dominaban todos los pueblos del sur. El Gobierno abandonó la capital, dejando la resistencia de la ciudad en manos de una Junta de Defensa, presidida por el general Miaja. El día 8 fracasó el primer asalto a la capital, y, ese mismo día entraban en Madrid las primeras Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de todo el mundo y preparadas por técnicos soviéticos. Aunque su acción no fue decisiva, si fue importante el refuerzo moral que supuso. También llegaron los aviones rusos, que se enfrentaron a los bombardeos de la Legión Cóndor.

Las batallas de Jarama, Málaga y Guadalajara: en el noroeste, se permitió a las tropas de Varela avanzar hasta la carretera de La Coruña, las tropas franquistas atacaron en el valle del Jarama. La resistencia republicana y la dureza de los combates durante dos semanas llevaron finalmente a ambos bandos a desistir. La batalla del Jarama fue una de las más encarnizadas de la guerra, y en ella ambos bandos pusieron en juego todas sus fuerzas y armas disponibles, incluidas las tropas extranjeras. Los franquistas tomaron Málaga, operación que fue llevada a cabo por el cuerpo italiano, que actuó con autonomía, y que sufrió después una violenta represión por parte de los ocupantes. El mando italiano, animado por su éxito en Málaga, y tras el relativo fracaso del Jarama, propuso a Franco una operación desde Guadalajara. Los italianos atacaron, avanzaron y rompieron el frente, pero el mal tiempo permitió a los republicanos rehacerse y contraatacar. La derrota italiana fue total, pero las tropas republicanas no pudieron profundizar la brecha. El desastre de Guadalajara obligó a los italianos a someterse a la dirección franquista, que renunció a la toma de la capital. La batalla de Guadalajara reforzó la voluntad de resistencia en el bando republicano y contribuyó a formar el Ejército Popular.

La campaña del País Vasco: los franquistas decidieron acabar con la zona republicana que había quedado aislada en el norte, iniciándose la campaña del País Vasco, bajo la dirección de Mola. La Legión Cóndor alemana bombardeó las ciudades próximas a Bilbao. La destrucción de la ciudad de Guernica, símbolo del nacionalismo vasco y sin objetivo militar alguno, sirvió a la aviación alemana para ensayar el exterminio masivo de la población civil. La deficiente organización y la inferioridad hicieron imposible la resistencia republicana. El avance de las fuerzas atacantes resultó imparable. El Gobierno vasco se negó a cumplir la orden del Gobierno central de destruir las industrias. Las tropas navarras e italianas entraban en Bilbao, y cuatro días más tarde Franco derogaba el Estatuto vasco y los conciertos económicos. La campaña vasca costó la vida a Mola.

La caída de Santander y Asturias: una vez caído Bilbao, el jefe de Estado Mayor republicano, coronel Rojo, planeó una ofensiva en Brunete, y así romper el cerco de Madrid. Los republicanos atacaron, rompieron el frente y avanzaron 15 km, pero días después las tropas de Varela contraatacaron con éxito y estabilizaron las posiciones. La batalla supuso numerosas bajas por ambas partes. En la ofensiva sobre Santander, resultó decisiva la inferioridad republicana en armamento. El avance franquista fue rápido y de nada sirvió la nueva ofensiva de distracción republicana, lanzada en Aragón. Aunque el avance llegó a ser notable, los franquistas resistieron en torno a Belchite. En septiembre comenzó la ofensiva en Asturias. Durante un mes lo mineros lucharon desesperadamente, pero en octubre las líneas republicanas comenzaron a derrumbarse. El día 21 de octubre cayó Gijón y se inició una violenta represión en las cuencas mineras. La caída de la zona del norte trajo importantes consecuencias. Fue un duro golpe moral para la República: las minas de carbón y hierro y buena parte de la industria pasaron a manos franquistas. La caída del norte confirmó que la iniciativa bélica la tenía el gobierno de Burgos.

De Teruel a la batalla del Ebro: la República necesitaba reaccionar con urgencia. Se organizó un nuevo Ejército que en diciembre tomaron Teruel. Franco lanzó una contraofensiva, y durante más de un mes ambos ejércitos lucharon en condiciones climáticas durísimas, hasta que los defensores republicanos optaron por retirarse. Los franquistas recuperaron así Teruel y retomaron la iniciativa lanzando en marzo una ofensiva general al frente de Aragón. Su superioridad en artillería, reservas y aviación hizo que las líneas republicanas cedieran. La llegada franquista al Mediterráneo produjo una grave crisis interna en el bando republicano mientras que la sensación de derrota comenzaba a extenderse. Se preparó entonces un ataque de gran envergadura en el Ebro. Las fuerzas republicanas atacaron en masa y consiguieron atravesar el río. En tres días las vanguardias republicanas habían conquistado varias posiciones. Se inició entonces una larguísima batalla de desgaste, con enormes pérdidas de ambos bandos. A finales de octubre los franquistas pasaron a la ofensiva y obligaron al mando republicano a retirar ordenadamente sus tropas. La batalla del Ebro había terminado y costó 100.000 vidas, agotando las últimas reservas republicanas.

El final de la guerra: el 23 de diciembre el Ejército franquista desencadenó sobre Cataluña su última gran ofensiva. El Ejército Popular apenas pudo sostener los frentes unos pocos días, y el avance del enemigo se hizo imparable. Las tropas republicanas retrocedían de forma ordenada para facilitar la evacuación de Barcelona. Se inició un tremendo éxodo de la población civil hacia la frontera. La capital catalana cayó el día 26 de enero. Durante varias semanas más, la República continuó resistiendo, con la esperanza de que estallara la guerra en Europa y cambiara la situación española. Negociar era imposible: el Gobierno de Burgos rechazaba la única condición que planteó el Gobierno republicano, que no hubiera represalias. Se produjo un golpe de Estado encabezado por el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, y por el dirigente socialista Besteiro, que depusieron al gobierno de Negrín. El golpe quería terminar con la política de resistencia y con la influencia en el Ejército Popular de los comunistas. Durante varios días hubo combates entre comunistas y golpistas, Casado pudo controlar Madrid e inició entonces un desesperado intento de negociación con el Gobierno de Franco, pero este impuso la rendición sin condiciones. El día 30 de marzo Franco firmó su último parte de guerra.

La superioridad militar como causa de la victoria franquista: aunque son muchos los factores de la victoria franquista, entre ellos el apoyo exterior y el desequilibrio militar entre ambos bandos fueron unos de los principales. Frente a un ejército rebelde bien organizado, cuyos regimientos permanecían casi íntegros y que contaba con mandos profesionales suficientes, la República empezó la guerra sin mandos y sin capacidad de actuación. Los milicianos, mal preparados, solo eran una solución de urgencia. La oposición de los partidos y sindicatos a perder el control sobre sus unidades hizo que transcurriera demasiado tiempo hasta que fueron militarizadas. Para entonces, la República había encadenado ya una serie de derrotas. Durante 1937 el Ejército de la República continuó sin capacidad de ataque y con fallos de coordinación estratégica. Cuando el Ejército adquirió el nivel suficiente ya era tarde. En Teruel y en el Ebro las fuerzas republicanas desperdiciaron el terreno conquistado por falta de apoyos suficientes. En definitiva, el Ejército republicano demostró estar a la altura de las circunstancias en la defensiva y en la guerra de posiciones, pero careció siempre de capacidad de ataque suficiente.

3. La evolución política de la zona republicana

La revolución de 1936 en la zona republicana: tras el golpe de Franco de 1936, comités de los partidos y sindicatos se hicieron con el control de los transportes, servicios, suministros militares y centros de producción. Fueron inmovilizados los capitales de cuentas corrientes y depósitos, y se prohibió la transmisión de bienes, además, fueron requisadas las propiedades de la Iglesia. En el campo se produjo la ocupación masiva de fincas y en las zonas de predominio socialista o comunista, se procedió a la socialización de la tierra y de la producción, mientras los anarquistas establecieron colectivizaciones. En conjunto, la España republicana asistía a una auténtica revolución social.

El Gobierno de unidad y las tensiones internas: en septiembre se formó un nuevo Gobierno de unidad, con socialistas, comunistas, republicanos y nacionalistas, presidido por Largo Caballero, y con el apoyo de la CNT. Las Cortes aprobaban el Estatuto vasco. En pleno avance del enemigo, el nuevo Gobierno nombró Comités Directivos para controlar el movimiento financiero e intentó regular el proceso de colectivización de la tierra. Gestionó los primeros envíos de material militar ruso y estableció las Brigadas Mixtas. A primeros de noviembre, se incorporaban cuatro dirigentes anarquistas al Gobierno republicano, entre ellos, la primera mujer que fue ministra en la historia de España. Pero las dramáticas circunstancias del asedio de Madrid obligaron al Gobierno a trasladarse a Valencia y dejar la resistencia en manos de la Junta de Defensa. El éxito de esta última creó tensiones con el Gobierno que se añadieron a las existentes con los ejecutivos catalán y vasco. El primer modelo revolucionario era el defendido por CNT, FAI y el POUM, y, por tanto, enfrentado al PCE. Este modelo estaba extendido en Valencia, Aragón y Cataluña. El segundo modelo defendía la necesidad de controlar la producción y reconvertirla hacía una economía de guerra. Era la línea defendida por los socialistas y republicanos. Pero sobre todo por el PCE, que comenzaba a influir decisivamente en los cuadros militares, y por el apoyo de la URSS.

La crisis de mayo de 1937 y el gobierno de Negrín: la tensión entre ambos bloques estalló en forma de insurrección y combates callejeros en 1937 en Barcelona. La decisión del Gobierno catalán de ocupar la Telefónica provocó que la ciudad se llenara de barricadas y tiroteos entre grupos de anarquistas y del POUM, por un lado, y comunistas y cuerpos de seguridad, por otro. La insurrección fue utilizada por el PCE para exigir la disolución del POUM. Ante la negativa del jefe del Gobierno, los comunistas abandonaron el gabinete y provocaron la dimisión de Largo Caballero. Se formó un gobierno presidido por Negrín, con mayoría socialista, pero inclinado hacia las tesis comunistas. El POUM fue declarado ilegal. El gobierno de Negrín fue capaz de mejorar la capacidad militar y la formación del Ejército Popular. Se organizó una auténtica economía de guerra: se reguló la producción agrícola e industrial para el abastecimiento y se intensificó la compra de armamento y la búsqueda de apoyos internacionales.

El hundimiento de la República: los reveses militares fueron minando la moral en la retaguardia. Desde que los franquistas llegaron al Mediterráneo, algunos dirigentes comenzaron a plantear la necesidad de negociar, pero Negrín se negó. Su tesis era la de resistencia a ultranza, bajo la hipótesis de que el ascenso del fascismo iba a provocar una guerra europea que cambiaría el curso a favor de la República. Sin embargo, la contraofensiva franquista terminó con las esperanzas republicanas. Negrín aceptó la marcha de las Brigadas Internacionales. Tras la caída de Cataluña, las opiniones favorables a la negociación se extendieron. Azaña permanecía en territorio francés,
y solo los comunistas, mantuvieron su apoyo a Negrín. El cansancio de la guerra y el hambre hacía muy difícil la situación, el golpe del coronel Casado acabó con cualquier posibilidad de resistencia.

4. La evolución política de la zona franquista

La organización de la zona sublevada: la Junta de Defensa Nacional: los generales golpistas se reunieron en Burgos y constituyeron la Junta de Defensa Nacional como órgano provisional de gobierno. La Junta restableció la bandera roja y amarilla y extendió el estado de guerra a todo el territorio, declarando la ley marcial. Los derechos civiles fueron suprimidos, se prohibieron las reuniones políticas, se estableció una rígida censura, se disolvieron todos los partidos y sindicatos y se incautaron sus bienes. Solo la Falange y los requetés continuaron su actividad, si bien subordinada al predominio del Ejército. Sus símbolos y los militares fueron los únicos permitidos. Desde el punto de vista ideológico, la propaganda del nuevo régimen inició una campaña para presentar la rebelión como un “alzamiento nacional”. Adoptaron el nombre de nacionales y se negó que fuera una guerra civil, al presentar al otro bando como “antiespañol”. De hecho, en los tribunales militares se condenó a muchos republicanos como rebeldes, invirtiendo así la secuencia real de los hechos. En la justificación del golpe y del nuevo Estado tuvo un papel primordial la Iglesia, cuya jerarquía apoyó la conspiración y presentó la lucha como una cruzada para salvar a España del ateísmo. Las imágenes religiosas y los ritos católicos acompañaron a las ceremonias políticas y militares.

La economía de guerra: la implantación de un poder militar permitió establecer la economía de guerra. Se cancelaron las medidas de reforma agraria y se restituyeron las tierras a sus dueños. Se estableció una prestación personal de los campesinos para garantizar la recogida de las cosechas. Se creó el Servicio Nacional del Trigo, con fin de comprar toda la producción para distribuir los excedentes. Gracias a ello no hubo escasez y se garantizó el suministro a las tropas y una renta mínima a los campesinos. Para poder atender los gastos de guerra, se estableció una Junta paralela del Banco de España que autorizó la emisión de moneda. También se endeudó al futuro Estado con compras masivas a crédito de material de guerra alemán e italiano. Al mismo tiempo, se declaraba ilegal la exportación de oro ordenada por el Gobierno republicano.

El ascenso de Franco y su significado: el apoyo personal de Alemania, el peso del Ejército y el éxito de las primeras operaciones convirtieron a Franco en el más influyente de los generales. Pronto se planteó la necesidad de establecer un mando único y sus compañeros decidieron dar a Franco la jefatura. En octubre tomó posesión en Burgos como jefe del Gobierno del Estado español, en teoría un nombramiento que debería tener vigencia el tiempo que durara la guerra. La elección de Franco significó una dictadura personal y un régimen militar en el que Franco acumulaba todo el poder. Se constituyó una Junta Técnica de Estado, compuesta por militares, para asesorarle, pero en la práctica las decisiones las tomaba el Caudillo, con un grupo reducido de colaboradores. El fracaso en la conquista de Madrid obligó a iniciar un lento pero continuo proceso de institucionalización, al hacerse evidente que la lucha se iba a prolongar. Se ha sostenido que esa prolongación de guerra fue suscitada por el propio Franco, con el doble objetivo de exterminar sistemáticamente al enemigo, y también de afirmar su poder dentro de la España nacional. Tampoco puede negarse que la represión de los vencidos fuera igualmente exhaustiva, lo que podría corroborar la tesis de búsqueda del aniquilamiento del enemigo.

El Decreto de Unificación y la configuración del nuevo Estado: en 1937, con la llegada de Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco y tendencia fascista, el nuevo régimen adquiere una definición más clara. El llamado Decreto de Unificación creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de la JONS, en el que debía integrarse toda acción política. Los viejos dirigentes de Falange fueron apartados y los estatutos del nuevo partido fijaban como objetivo ayudar en la configuración del nuevo Estado, definido como Movimiento Nacional. Se crearon una organización sindical y un sindicato estudiantil único, el SEU, y el Servicio Social de la Mujer. La Ley de Administración Central del Estado de 1928 concentró en la persona de Franco los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura. El Fuero del Trabajo eliminaba toda organización patronal o sindical y regulaba las relaciones desde la tutela del Estado. Los servicios sociales fueron eliminados y sustituidos por el Auxilio Social. La Iglesia recibió su recompensa mediante la derogación de toda la legislación republicana. El nuevo régimen se declaró confesional y entrego a la Iglesia plena potestad para regular la educación y marcar todas las manifestaciones militares o civiles. Se permitió el retorno de la Compañía de Jesús, sueldo para los sacerdotes, no al matrimonio civil y exención de impuestos. La identificación de la Iglesia y el nuevo Estado dio lugar al nacional-catolicismo. Se restableció la pena de muerte y la Ley de Responsabilidades Políticas, que declaraba rebeldes a todos cuantos se hubieran opuesto al Movimiento. La ley ordenaba la constitución de tribunales integrados por militares, falangistas y juristas, que serían los encargados de la represión que marcó la posguerra.

5. Consecuencias de la guerra.

Las pérdidas humanas. La represión: Las cifras de las bajas humanas son muy dispares, tanto por la dificultad que supone medir la mortandad de una guerra, como por el añadido del hambre, los bombardeos o la represión. A ello se le suma la caída de la natalidad, como el hecho de que la mortandad se centró en la población joven y activa. Una de las consecuencias más brutales fue la represión que se desencadenó en ambos mandos. Respecto a la violencia en la zona republicana, las cifras son más claras debido a que las autoridades franquistas investigaron al final de la guerra, permitiendo concretar una lista de asesinatos y ejecuciones. La cifra se aproxima a las 38.000 personas, en su mayoría asesinados en los primeros meses. Después el gobierno tomó medidas para acabar con la violencia incontrolada, juzgando y ejecutando. En el bando franquista, los datos más recientes son los aportados por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y otras organizaciones dedicadas a localizar y exhumar los cadáveres de las fosas. En 2008 se realiza una lista de 130.000 desaparecidos entre la guerra y la posguerra, pero solo la mitad de las provincias han sido investigadas. Es posible que la cifra se aproxime a unas 200.000 personas. La diferencia de estas cifras en ambos bandos se debe a que en el franquista, la captura y ejecución de miembros del Frente Popular, milicianos, o gente de izquierda, fue sistemática y respaldada por las autoridades, y, sobre todo, porque esa represión continuó en la posguerra. La prolongación de la guerra lleva a pensar que el exterminio era el objetivo principal de los sublevados.

El exilio: desde principios de la guerra hubo gente que abandonó el país, entre ellos niños de familias republicanas. A comienzos de 1939 comenzó una salida masiva de soldados y población civil. Muchos de los refugiados fueron capturados y recluidos en campos de concentración. Se calcula que unas 450.000 personas abandonaron el país. Además del impacto emocional y psicológico del exilio, la repercusión sobre la vida española fue enorme. Se trataba de una población en su mayoría joven y activa, e incluía a los sectores mejor preparados del país. Entre ellos estaban las elites científicas, literarias y artísticas de la Edad de Plata.

Un país devastado: en el terreno económico, la guerra significó la vuelta a una economía agraria, tras la destrucción masiva de la industria. Una buena parte de las ciudades estaban arrasadas, sobre todo en el norte, al igual que la red de comunicaciones y la automovilística. A la enorme deuda de la guerra se le sumó la pérdida del Banco de España, consecuencia del hundimiento de la renta nacional y el hambre durante los años de la posguerra. Desde el punto de vista social, supuso la recuperación del control de la economía por parte de la oligarquía, así como la eliminación de los derechos de los trabajadores. En cuanto al efecto moral, la guerra marcó a muchas generaciones, además de que la represión de la posguerra y el clima de revancha, persecución e imposición de una escala de valores de los vencedores, prolongó durante años el enfrentamiento entre españoles.

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