lunes, 30 de mayo de 2011

HISTORIA T 13.

1.LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS.
Los cambios agrarios durante la revolución liberal. La desamortización: 
la revolución liberal trajo consigo la transformación del campo español hacia una agricultura capitalista: la supresión definitiva de la vinculación de las tierras, tanto civiles como eclesiásticas; la abolición del régimen jurisdiccional, que transformó los señoríos en propiedades privadas y a los vasallos en trabajadores libres; la libertad de cercamiento de tierras, de comercialización de las cosechas y de fijación de precios, implantando así el libre mercado en el sector agrario, se suprimió el diezmo, aunque esta recibiría la ayuda del Estado a través del presupuesto público. La medida más importante, sin duda, fue la desamortización de las tierras de la Iglesia y de los concejos. Fue la enorme deuda acumulada lo que llevó a la corona a recurrir a esta medida, que se trataba de expropiar bienes para ponerlos en venta. El primer decreto fue el de Godoy y sólo afectó a los bienes de algunas instituciones benéficas de la Iglesia. En Febrero de 1836 predominó la llamada desamortización de Mendizábal, el cual quería no sólo amortizar la deuda, si no convertir las tierras en propiedad privada y transferirlas a compradores ricos que se verían comprometidos a apoyar al bando cristino. Esto impedía a los campesinos adquirir propiedades. En 1885, se aprobó la desamortización de Madoz, por la que se ponían en venta todas las tierras de la Iglesia y las de los ayuntamientos (propios y baldíos). Estas tierras fueron a parar a manos de los antiguos terratenientes, acentuándose así la propiedad privada a mano de la oligarquía.

La evolución de la agricultura en el siglo XIX y comienzos del XX: con la eliminación de los señoríos y la desamortización, los nuevos propietarios prefirieron mantener los sistemas de cultivo en vez de invertir en mejoras. Por eso, el atraso técnico hizo que el rendimiento de la tierra no aumentara. Estos propietarios aumentaron la presión sobre el campesinado, que se mantuvo en permanente amenaza de hambre y se sucedieron crisis agrarias. Por otro lado, la escasa compra del campesinado afectó a los negocios industriales y financieros. Al iniciarse el siglo XX, la agricultura española estaba estancada. Se caracterizaba por la injusta distribución de la propiedad, la ausencia de inversiones y de desarrollo técnico, la situación de miseria de los campesinos y una conflictividad creciente.

El atraso en la incorporación a la revolución industrial. Sus causas: la economía española presentaba un retraso importante a finales del siglo XIX. Entre sus causas principales se encontraban la geografía del país y la escasez de materias y primas y fuentes de energía. Otro factor fue el lento crecimiento demográfico que provocó falta de mano de obra industrial y la carencia de un excedente de productos agrícolas. También estaba la falta de capitales: los capitalistas se dedicaron a la compra de deuda pública y a la adquisición de tierras desamortizadas. El Estado desempeñó también un papel negativo, con la continua emisión de deuda, que atraía a los capitales, y con una política proteccionista. Por último, la pérdida de las colonias americanas restó mercados privilegiados y materias primas a la industria española.

La debilidad de la industria a mediados del siglo XIX: la producción industrial se mantuvo en niveles muy bajos. Hacia 1830 sólo el sector textil de Barcelona había iniciado su industrialización. La introducción de la maquinaria de importación inglesa y del vapor permitió abaratar los costes, a lo que se unió la mano de obra femenina e infantil. La producción siderúrgica fue débil  y otras industrias de consumo crecieron aunque su producción era de pequeña escala. En cuanto a la minería, estuvo en su mayor parte en manos de capitales extranjeros, a cambio de préstamos de Hacienda.
El boom ferroviario: hasta 1855 sólo había tres líneas ferroviarias en funcionamiento. Se aprobó entonces la Ley General de Ferrocarriles que regulaba las compañías de construcción, garantizaba las inversiones extranjeras, subvencionaba hasta un tercio del coste de construcción, etc. Entre 1855 y 1865 se produjo un auténtico boom ferroviario con la construcción de las principales líneas. La crisis financiera internacional de 1866 paralizó la construcción. Esta crisis se debió en parte al hundimiento de las sociedades ferroviarias. En 1876 se reanudó la construcción al tiempo que aumentaba el volumen de mercancías.

El desarrollo industrial durante la Restauración: desde 1874 se inició un periodo de crecimiento favorecido por la economía mundial,  lo que permitió el capitalismo industrial. La siderurgia y la minería experimentaron una importante expansión y también la industria catalana. El fin de siglo trajo consigo una mejora en las comunicaciones, en la red de carreteras, la extensión del servicio de correos, el telégrafo y el teléfono. La energía eléctrica inició su expansión. La industria española se vio afectada por la crisis económica internacional de la década de 1890.

El sector financiero y el papel del Estado en la época de Isabel II: el sector financiero adoleció de la misma debilidad que el resto de la economía española. España tardó mucho en generalizar el sistema de las sociedades anónimas, lo que retrajo a sus inversores que no sólo arriesgaban su capital en las empresas, sino también su patrimonio particular. El comercio interior comenzó a crecer a partir de 1840, pero menos positiva fue la evolución del comercio exterior. La mejora de la situación fiscal también permitió a los gobiernos invertir en grandes obras públicas.

Las finanzas de la Restauración: el desarrollo de la banca y el sector público: los años del Sexenio fueron difíciles para los negocios, y el Estado tuvo que afrontar las consecuencias del endeudamiento acumulado durante décadas. Aún así, hay que destacar la reforma monetaria emprendida en 1870, que introdujo la peseta como moneda oficial y reforzó las competencias del Banco de España. En los primero años de la Restauración el sector financiero experimentó un fuerte crecimiento. Las clases medias comenzaron a invertir en valores y en el País Vasco surgió una poderosa banca ligada a la industria del hierro. Pero, tras el desastre, el sector bancario se recuperó y a comienzos del siglo XX se fundaron algunos de los bancos más poderosos del país, como Santander o Bilbao. Por último, se sanearon las cuentas del Estado.

2.LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES. LA SOCIEDAD DE CLASES.

La evolución demográfica: la población española creció a lo largo del siglo XIX. Fue un crecimiento lento causado por una tasa de mortalidad muy elevada. Los motivos son varios: la continuada serie de guerras que sostuvo el país; las enfermedades infecciosas, en parte por la falta de medidas públicas de higiene y por la deficiente atención sanitaria, aunque desapareció la peste por ejemplo y también se empezaron a tomar medidas como la inspección de aguas o la recogida de basuras; la crisis de subsistencia por las malas cosechas aunque la mortalidad se compensaba con una elevada tasa de natalidad, en las familias pobres  los hijos eran un seguro de vida.  En las décadas finales del siglo, el ferrocarril o los barcos de vapor abarataron los viajes, y la corriente migratoria aumentó. En el interior se produjo un proceso de migración del campo a la ciudad como en Sevilla, Barcelona o Madrid, en unos casos promovido por el auge industrial, en otro por la mayor demanda de los servicios. También hubo emigración al exterior, como América o Argentina.

Los grupos dirigentes: la revolución liberal supuso, desde el punto de vista social, el paso desde la vieja sociedad estamental a una sociedad de clases, plenamente capitalista. En ella, la propiedad es el elemento que produce la distinción: los propietarios de tierras o bienes inmuebles pertenecen al grupo dirigente y quien no tiene propiedades pertenece  a las clases populares. La élite dirigente estará formada por: la aristocracia, la alta jerarquía del clero y del Ejército, y la alta burguesía. La vieja nobleza aumentó sus propiedades y se dedicó a invertir sus rentas en Deuda, en Bolsa o en la Banca y el ferrocarril. Los generales y la jerarquía eclesiástica evitaron la democratización del régimen y mantuvieron una mentalidad religiosa y enemiga de los cambios. La alta burguesía estaba formada por terratenientes, negociantes, banqueros, financieros…, que coincidían en sus intereses: eran conservadores, defensores del orden y partidarios de reprimir cualquier protesta social; controlaban la vida política y el sufragio restringido y la corrupción garantizaban que casi todos los cargos políticos cayeran en sus manos. Apoyaron a los partidos del turno canovista en la Restauración.

Las clases medias: constituían un conjunto bastante heterogéneo. A ellas pertenecían los propietarios rurales, los campesinos acomodados, los mandos intermedios del Ejército, los funcionarios… predominaban en los pueblos pequeños y los barrios populares urbanos. Sus ingresos estaban por encima de los obreros y campesinos jornaleros pero eran demasiado pequeños para no paras dificultades. Su ideología tendía a ser muy conservadora, además, era un sector muy sensible a la influencia ideológica de la Iglesia. Sólo una pequeña minoría de estudiantes y profesores destacó por su actitud política activa, crítica y reivindicativa: impulsaron el partido demócrata y el movimiento republicano.

Campesinos, artesanos y trabajadores de servicios: el campesinado era el grupo más numeroso del país y su situación se fue deteriorando. La caída de los precios hizo caer las adquisiciones de los pequeños propietarios  y la desamortización perjudicó a la mayoría. Los nuevos propietarios expulsaron a muchos colonos de sus tierras e impusieron nuevos contratos que los convertían en simples jornaleros. Los gobiernos isabelinos frustraron las esperanzas y el apoyo del campesinado había prestado a la revolución liberal. Los liberales reforzaron la estructura de la propiedad, aumentaron el poder de los terratenientes y defendieron sus intereses.  A finales del siglo, una buena parte de los jornaleros empobrecidos estaban en sindicatos anarquistas. La mayoría de los campesinos vivía al margen de los movimientos políticos ya que no tenían comunicación con el exterior y la mayoría de ellos eran analfabetos.  La Iglesia desempeñaba un papel crucial al mantener a los campesinos apaciguados a través del púlpito y del confesionario. Las protestas y los disturbios eran reprimidos por la Guardia Civil y cuando la situación se hacía insostenible la respuesta era la emigración hacia las grandes ciudades o hacia el exterior. En la época isabelina, los artesanos eran aún numerosos pero a comienzos del siglo XX se redujeron. Aumentaron los trabajadores del sector servicios, como los funcionarios y empleados públicos. También se expandió el servicio doméstico.

3.GÉNESIS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO

Las condiciones de vida de la clase obrera: uno de los cambios más significativos fue la aparición de la clase obrera industrial. El desarrollo de la industria hizo que fueran a las ciudades miles de trabajadores agrícolas, que tuvo como resultado el crecimiento de los barrios obreros, pero sin saneamientos, empedrados, alumbrados o limpieza. Era un foco de enfermedades infecciosas y sociales. El trabajo en las fábricas implicaba jornadas muy largas sin seguridad, trabajando por igual hombres, mujeres y niños. Los salarios eran muy bajos y apenas permitían alimentar.  El analfabetismo era general: 62% de los hombres y 92% de las mujeres. Cuando se producía una crisis, el paro aumentaba, lo que llevaba al hambre y a la enfermedad y la delincuencia era la única opción.

El movimiento obrero durante el reinado de Isabel II: al principio los trabajadores no sabían que estaba pasando, ya que procedían o de una sociedad campesina con una condición de vida saludable, o de antiguos talleres artesanos con protegida condición de vida. La supresión de los gremios acabó con todo el sistema de asistencia y socorro que protegía al trabajador. La incorporación del vapor a las fábricas provocó despidos y destrucción de maquinaria en símbolo de protesta. Los primeros atisbos de organización obrera fueron las sociedades de ayuda mutua, que al principio sólo defendían los salarios. En 1844 los moderados las prohibieron y pasaron a la clandestinidad. La falta de conciencia de clase llevó a los obreros de Barcelona, en 1842 y 1848, a defender el proteccionismo. Tras participar en el Bienio Progresista, el movimiento obrero tuvo un gran desarrollo. En 1855 estalló en Barcelona una huelga general en defensa del derecho de asociación. Pero, aún así, la Ley del Trabajo que aprobaron las cortes defendía en realidad los intereses patronales. Establecía media jornada para los niños y un máximo de diez horas para los menores de 18, limitaba las asociaciones al ámbito local…. A partir de entonces los dirigentes obreros se alinearon con los demócratas y republicanos. Durante el gobierno de la Unión Liberal el movimiento obrero permaneció aletargado, pero en 1863 reaparecieron y sus dirigentes participaron en las sucesivas conspiraciones contra el régimen de Isabel II, de tal manera que en la revolución de 1868 su puso fin al reinado.

El movimiento obrero en el Sexenio: la Internacional (1861-1874): la detención del proceso revolucionario, la permanencia de las quintas y el mantenimiento de la monarquía provocaros la implantación en España de la Internacional. En 1868 llegó a España Fanelli, miembro de la Asociación Internacional de Trabajadores para organizar la Internacional sobre la base de las tesis anarquistas. Al mismo tiempo las huelgas y protestas se extendían por todo el país. En 1870 se celebró en Barcelona el I Congreso de la sección española de la Internacional y en 1871 sobrevino la insurrección de la Comuna de París (primer gobierno obrero sobre las tesis anarquistas). El impacto de la revolución sobre las clases dirigentes hizo que se tomaran medidas represivas contra la AIT: se prohibieron las reuniones y se cerraron los periódicos. Por otra parte, llegó a España el dirigente de la Internacional partidario de la corriente marxista. Los líderes marxistas fueron expulsados de la AIT y más tarde fundaron la Nueva Federación Madrileña. En 1873 la Internacional estaba formada por obreros textiles, la construcción, campesinos y una mezcla de obreros e intelectuales de la clase media. La proclamación de la República provocó manifestaciones y huelgas, pero fue la participación obrera en la huelga de Alcoy y en el movimiento cantonal lo que se usó para acabar con la AIT por parte de los sectores conservadores, durante el gobierno de Serrano. El Sexenio significó una etapa de conciencia política y organizativa, así como de asimilación de las principales corrientes ideológicas del mundo obrero europeo.

El movimiento obrero durante la Restauración. El anarquismo: las condiciones de vida de la clase obrera no habían cambiado apenas. La situación en el campo en los barrios obreros y en las fábricas era tan brutal, que las Cortes crearon en 1833 una Comisión de Reformas Sociales. Tras la Restauración, el movimiento obrero pasó a la clandestinidad y estaba claramente escindido en las corrientes anarquista y socialista. Cuando en 1881 el gobierno de Sagasta suavizó la represión, los anarquistas fundaron la Federación de Trabajadores de la Región Española. Una minoría de radicales optó por la huelga violenta o el atentado, de tal manera que la última década de siglo y la primera del siglo XX tuvo una gran oleada de atentados contra reyes, presidentes y jefes de Gobierno. Esto causó una represión que afectó a todo el movimiento obrero, pero a pesar de ellos los sindicatos anarquistas continuaron creciendo.

El socialismo. Los sindicatos católicos: los socialistas madrileños fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El primer programa se basaba en la abolición de las clases y la emancipación de los trabajadores, la transformación de la propiedad privada en propiedad colectiva y el poder político en manos obreras. En 1888 se fundó en Barcelona la (UGT), sindicato de inspiración socialista. Desde entonces se marcaría la línea divisoria entre el partido, con objetivos políticos, y el sindicato, defensor de los trabajadores. En 1890 se celebró por primera vez el 1º de mayo. En la guerra de Cuba los socialistas se opusieron al servicio militar discriminatorio y denunciaron la guerra como imperialista. También intentaron organizarse a finales del siglo XIX movimientos obreros de inspiración católica.  Las organizaciones católicas no triunfaron ya que los trabajadores no relacionaron las reformas sociales con el cristianismo.

4.EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL SEXENIO.LA REV. DE 1868 Y LA CONSTITUCIÓN DE 1869

La revolución de 1868: se denominó La Gloriosa no fue más que un golpe militar inicialmente, pero después se le sumó el apoyo popular y los partidos fundaron las juntas locales y provinciales. En realidad la revolución triunfó porque en ella confluían numerosos intereses: los sectores financieros e industriales querían superar la crisis económica que el gobierno Isabelino era incapaz de resolver, además el paro y la miseria hicieron que las clases populares también lo apoyaran. Influyó la promesa del sufragio universal así como la abolición de los impuestos indirectos, los consumos y las quintas.  Pero una vez conseguido el exilio de la reina, los conspiradores detuvieron la revolución: se ordenó la disolución de las juntas, se nombró nuevos ayuntamientos… y el gobierno pudo convocar elecciones a Cortes Constituyentes.

La constitución de 1869: las elecciones se celebraron mediante sufragio universal masculino. El debate principal giró en torno a la forma de estado, monarquía o república. Las Cortes elaboraron una Constitución, la primera democrática en la mayoría de Europa. El país tenía una monarquía parlamentaria con separación de poderes: el legislativo a las Cámaras, el ejecutivo al rey pero con poder limitado, y el judicial a los jueces. El texto incluía una declaración de derechos detallada: libertad, domicilio, derecho al voto, de enseñanza, expresión, reunión y asociación. En cuanto a la cuestión religiosa, se aprobó la libertad de cultos y clero católicos. La constitución era de plena soberanía nacional. Los varones elegirían el Congreso, pero el Senado era elegido de forma indirecta elitistamente.

El gobierno de Prim y la búsqueda de un rey (1869-1870): Serrano se convirtió en regente y Prim formó un gobierno de progresistas. Se aprobó una amplia legislación y se adoptó una política librecambista para relanzar la economía. También una reforma monetaria: la peseta. Sin embargo tuvo que enfrentarse a la crisis cubana y al clima de agitación social. Por un lado, en la crisis cubana el crecimiento económico hacía cada vez más inaceptable el monopolio comercial. Se desencadenó una guerra civil que acabó por hipotecar la Hacienda y la acción de gobierno en España. Por otro lado, la depresión económica y la acción republicana y obrera provocaron en España un clima social de continua agitación. En tal situación de inestabilidad, Prim inició la búsqueda de un rey: Amadeo de Saboya.

5.EL REINADO DE AMADEO I

El reinado de Amadeo de Saboya (1871-1872): el general Prim, el único que mantenía unidos a los progresistas y a la coalición gobernante, fue asesinado en un atentado. Así pues, su reinado fue un fracaso: le hicieron el vacío en la Corte y lo aislaron ya que nadie creía que Amadeo fuera la solución para el país. Poco a poco, se fue apoyando al príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, cuyos intereses los representaba en España Antonio Cánovas, y las élites del país se hicieron así Alfonsinas. También le rechazaron los industriales y financieros, los carlistas, los republicanos y las clases populares. Fueron dos años de gobierno inestables y el partido progresista se dividió en dos grupos: los constitucionales de Sagasta, y los radicales. En el segundo año de reinado la situación se agravó: el conflicto cubano empeoró y estalló la tercera guerra carlista. Amadeo presentó su abdicación en 1873 y el Congreso, consciente de que era imposible buscar un nuevo monarca, proclamó la República.

6.LA I REPÚBLICA. LA CONSTITUCIÓN DE 1873

La República nacía de forma irregular y sin apoyos políticos suficientes. En el exterior, sólo los Estados Unidos y Suiza apoyaron al nuevo régimen. En el interior, los conservadores la rechazaron ya que la consideraban un régimen revolucionario. Los carlistas y el grupo Alfonsino también la rechazaron. En realidad, ni si quiera sus partidarios sabían qué debía ser la República. El propio movimiento republicano estaba dividido entre los federalistas, partidarios de un Estado federal, y los unionistas, partidarios de un Estado centralista. En los primeros días se produjeron levantamientos campesinos y los primeros intentos de insurrección federalista, pero el gobierno pudo sofocar un intento de golpe de Estado. La inesperada dimisión de Figueras convirtió en presidente a Pi y Margall.
La Constitución de 1873 establecía una república confederal con 17 Estados, cada uno con su propia Constitución. Dentro de cada Estado los municipios también tenían división de poderes. El poder ejecutivo lo ejercía un Gobierno cuyo jefe nombraría el presidente; el legislativo lo desempeñarían dos Cámaras. Y el judicial lo presidiría un Tribunal Supremo constituido por tres magistrados.

La insurrección cantonal y el fin de la República: esta constitución no llegó a entrar en vigor ya que se desencadenó la revolución cantonal, que acabó por hundir la República. Estalló en Alcoy una huelga general y la proclamación de cantones y la formación de Juntas revolucionarias se extendieron por numerosas ciudades. Mientras, los carlistas avanzaron hasta alcanzar posiciones en Albacete y Cuenca. Así, Pi y Margall presentó su dimisión, siendo incapaz de organizar la respuesta del Estado. el nuevo presidente, Salmerón, inició un giro a la derecha dando plenos poderes al ejército y restableció la pena de capital, pero dimitió. Le sustituyó Castelar, que acentuó el giro autoritario. Con el apoyo de los militares obtuvo de las Cortes poderes extraordinarios. Restableció las quintas, suspendió derechos constitucionales y ordenó un aislamiento masivo. Pero las Cortes le derrotaron, siendo estas de mayoría federalista, lo cual precipitó el golpe de Estado, instaurándose un gobierno militar de emergencia presidido por Serrano.

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