lunes, 30 de mayo de 2011

HISTORIA: LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL.

1. LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO: CARLISMO Y GUERRA CIVIL. LA CUESTIÓN FORAL
1.1. Características del carlismo. La cuestión foral.
El 1 de octubre de 1833, días después de morir Fernando VII, don Carlos exigió sus derechos dinásticos. El 3 fue proclamado rey en diversas ciudades de España. El carlismo, tuvo un fuerte contenido ideológico y de clase. En el bando carlista estaban los absolutistas más intransigentes, que reclamaban la defensa del derecho sucesorio masculino, la alianza del Altar y del Trono.
Composición social: una parte de la nobleza, miembros ultraconservadores de la administración y del ejército, bajo clero, que veían en don Carlos una garantía para evitar la pérdida de la influencia de la Iglesia. También le apoyó una parte del campesinado.
Punto de vista territorial: triunfó en zonas rurales. Pero apenas tuvo apoyos en las ciudades y en el sur. Una de las razones fue la defensa de los fueros, se trataba de los privilegios que la población vasca y Navarra, en la exención fiscal y de servicio militar.

1.2. La primera guerra (1833-1839)
El bando cristino, en torno a la regencia de Mª Cristina y su hija Isabel, tuvo el respaldo de los sectores moderados y reformistas del absolutismo, y de los liberales, que veían en él la única posibilidad de reformar el país. También tuvo el apoyo de generales, el ejército, funcionarios y altas jerarquías de la Iglesia. El bando cristino contó con el apoyo diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia.
Los inicios de la guerra fueron favorables a los carlistas,  pero fracasaron el 1835 en Bilbao. En el 37 estuvieron a punto de tomar Madrid, pero fracasaron. El general Maroto inició negociaciones con el general cristino Espartero y llegaron al abrazo de Vergara. A cambio de su rendición, se reconocieron los grados y empleos de los vencidos. El acuerdo de Vergara significó la renuncia de Navarra a su condición de reino, a cambio de una promesa de autonomía que se concretó en una ley de 1841.
El país soportaba 6 años de guerra que propició la permanencia del carlismo.

1.3. Segunda y tercera guerra (1846-1849 y 1872-1876)
El acuerdo de Vergara no terminó con el carlismo. Don Carlos se exilió, y a su muerte trasmitió sus derechos a su hijo, Carlos VI, iniciando una dinastía paralela que mantuvo viva la reivindicación. En 1846 se intentó pactar la boda del nuevo pretendiente de Isabel II. Pero el fracaso en la negociación y el posterior anuncio de la boda real llevó a los carlistas ha iniciar la 2ª guerra (46-49), los carlistas fracasaron en su intento de extender la sublevación más allá de Cataluña. Durante varias décadas el carlismo permaneció inactivo. En 1872, tras la caída de Isabel II y la venida a España de un rey extranjero, Carlos VII inició la 3ª guerra. Esta vez los carlistas consiguieron arraigar en el País Vasco y Navarra pero sin conquistar ninguna de las capitales. Tras la proclamación en 1873 e la I República, muchos monárquicos pasaron a apoyar al carlismo, lo que le ayudó a extenderse por parte de la meseta norte. A partir de 1874 a raíz de la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII consiguieron derrotar definitivamente a los carlistas. En el siglo XX, el carlismo aun tendría cierto protagonismo.

1.4. La regencia de Mª Cristina y la revolución liberal (1833-1840)
Mª Cristina gobernó como regente de su hija Isabel durante su minoría de edad. Ella no era liberal, pero el estallido de la guerra y la necesidad de recabar apoyos la obligaron a llamar a Martínez de la Rosa, liberal moderado exjefe del gobierno en el Trienio Constitucional. MdlR consiguió la ayuda extranjera y llevó a cabo un programa de tímidas medidas reformistas: decretó una amnistía, permitió una limitada libertad de prensa y restableció la Milicia Nacional. Su carácter conservador se manifestó en 1834 cuando promulgó el Estatuto Real.
Poco a poco cristalizaron las dos alas del liberalismo, la moderada que apoyaba al gobierno y era contraria a los cambios radicales, y la progresista, reformista y partidaria de restaurar la Constitución de 1812.
En el verano de 1835 estalló una insurrección que obligó a la regente a entregar el gobierno a los progresistas. El nuevo jefe de gobierno, Mendizábal, aprobó una serie de medidas de guerra decisivas para el triunfo cristino. Adoptó las 1ª decisiones encaminadas a desmantelar el sistema legal del Antiguo Régimen. Esta política le enfrentó a los moderados y a la regente, que en mayo de 1836 forzó su dimisión. Pero el intento de la regente por acabar con las reformas desencadenó otra insurrección progresista que culminó la sublevación de la Guardia Real, en el Palacio de la Granja, que obligó a Mª Cristina a entregar el gobierno a los progresistas y a restablecer la Constitución de 1812. El nuevo gobierno de Calatrava, continuó la labor de demolición del absolutismo. Las Cortes elegidas en otoño elaboraron la Constitución de 1837.
Durante 3 años, Mª Cristina eligió jefes de gobierno moderados, pero en 1840 provocaron una nueva insurrección, que acabó forzando la dimisión de Mª Cristina, sustituida por Espartero.

1.5. Regencia de Espartero (1840-1843) y contrarrevolución
Espartero gobernó durante 3 años. Pero su política autoritaria e hizo que su popularidad inicial fuera disminuyendo. En 1842 estalló una insurrección en Barcelona, ante los rumores de que Espartero estaba negociando con Inglaterra, los moderados y algunos progresistas organizaron entonces una sublevación militar, que en el mes de agosto triunfó y obligó a Espartero a dimitir.
En los meses siguientes, el general Narváez, maniobró para suprimir todos los resortes del poder progresista, en un acelerado proceso de reacción política. Cuando Narváez se convirtió en jefe de gobierno, en mayo de 1844, el sistema político era ya ultraconservador.

2. EL REINADO EFECTIVO DE ISABEL II (1843-1868):
2.1. Principales características políticas
En el otoño de 1843, las Cortes, para evitar una nueva regencia, habían votado la mayoría de edad de Isabel II, que iniciaba así con trece años su reinado efectivo. Un reinado que duraría 25 años. Presentó unas características comunes:
Un periodo de tendencia muy conservadora, regulando la Constitución de 1845, que establecía la participación política exclusiva de una oligarquía. El sufragio restringido y la manipulación permanente de las elecciones excluían al resto del país. Fue además un régimen de gobiernos autoritarios.
La reina Isabel intervino activamente en la vida política, apoyando los sectores más conversadores y evitando el acceso al poder de los progresistas.
La participación de los generales en el gobierno fue continua.
La exclusión de la gran mayoría del país de la vida política.

2.2. Década moderada (1844-54). La constitución de 1845 y la legislación conservadora.
Los primeros diez años del reinado efectivo estuvieron protagonizaros por el general Narváez, líder de los moderados. Fue el principal inspirador de la Constitución de 1845 y de las leyes del periodo. Mantuvo al ejército alejado de la vida política.
Unas nuevas Cortes procedieron a elaborar la Constitución de 1845, que estuvo en vigor hasta 1869. Tenía características conservadoras: se declaraba la exclusividad de la religión católica y se suprimía la Milicia Nacional.
En cuanto a los poderes del Estado, la Constitución repartía el poder legislativo entre las Cortes y el Rey. Un senado compuesto por miembros elegidos por la corona. Se eliminaban los límites del poder ejecutivo que la Constitución de 1837 que permitió la intervención continúa de la reina en la vida política. Alcaldes y presidentes de diputaciones serían elegidos por el gobierno.
Los gobiernos moderados promulgaron una amplia legislación ordinaria. Se reafirma el carácter oligárquico del régimen. La ley electoral limitaba el derecho al voto. La ley de imprenta restringió la libertad de publicar y reforzó la censura.
Se creo la guardia civil en 1844.
El nuevo código penal y la reforma de la administración, que reforzó el sistema  centralista. También se aprobó una reforma de la Hacienda, basada en los impuestos indirectos. Se firmó con Roma el concordado de 1851, por el que el papa reconocía a Isabel II como reina.
Algunos progresistas radicales fundaron en 1849 el partido demócrata, cuyos objetivos eran la defensa de los derechos individuales y del sufragio universal.

3. EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856) Y LA VUELTA AL MODERANTISMO
La revolución de 1854 se inició con un golpe de Estado fallido. El pronunciamiento del general O’Donnell fracasó. Pero los rebeldes reaccionaron y publicaron el Manifiesto de Manzanares, que consiguió el apoyo popular y provocó la revolución. Otros jefes militares se sumaron entonces al golpe, y obligaron a Isabel II a entregar el gobierno al general Espartero.
Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. Para las elecciones se formó la unión liberal, con la aspiración de unir a moderados y progresistas en un solo partido. Las Cortes elaboraron una nueva Constitución en 1856 pero no entro en vigor. Se aprobaron una serie de leyes económicas encaminadas a sentar las bases de la modernización del país.
El Bienio transcurrió en un clima de permanente conflictividad social. A ello contribuyeron la epidemia, las malas cosechas, el alza de precios etc..

3.1 El gobierno de la Unión Liberal (1858-1863). La acción exterior.
Tras un breve periodo de gobierno de Narváez (56-58), la reina confió el gobierno a una Unión Liberal convertida ya en un partido conservador. La prosperidad también llegó a las clases populares. Sólo una insurrección de jornaleros, en Loja, en 1861, fue contestada por el gobierno con una dura represión. Los progresistas se mantuvieron en la oposición. Demócratas y republicanos quedaban fuera de las cortes.
Fue la acción exterior la que dominó la vida política. Para los gobiernos extranjeros fue fácil manejar la política española según sus intereses.
El gobierno de la Unión Liberal emprendió entre 1858 y 1866 una activa y agresiva política exterior, con el fin de desviar la atención de los españoles de los problemas internos y exaltar la conciencia patriótica, en pleno auge del nacionalismo en Europa. Se envió una fuerza expedicionaria en apoyo de los franceses a Indochina (58-63). Después vino la guerra contra Marruecos.  Luego, el intento fallido de recuperar la colonia de Santo Domingo y la expedición a México. Y la guerra contra Perú y Chile.

2.7. La crisis final del reinado (1863-1868)
En 1863 el desgaste de la acción de gobierno y las divisiones dentro de la Unión Liberal llevaron a O’Donnell a presentar la dimisión.
Comienza una sucesión de gobiernos inestables y autoritarios. Los progresistas se retiraron de la vida parlamentaria, pasaron junto a demócratas y republicanos, a denunciar el sistema constitucional y a la misma Isabel II.
En la larga crisis de la monarquía isabelina confluyen: la grave crisis económica, que se inicia en 1864 con la quiebra de las compañías ferroviarias, el hundimiento de las fábricas textiles. Se produjo el crack de las Bolsas europeas, el alza de los precios agrícolas.
En 1868 el paro y la exasperación popular por la carestía formaban el clima ideal para un estallido revolucionario.
Hubo grandes acontecimientos políticos, los más importantes: los sucesos de la noche de San Daniel de 1865 y la sublevación del cuartel de San Gil, que fue uno de los varios intentos de pronunciamiento auspiciado por los progresistas.
Los gobiernos isabelinos sólo supieron responder con una represión: con órdenes de detención de opositores, cierre de periódicos y suspensión de las Cortes.
En agosto de 1866 progresistas, demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo, el Pacto de Ostende, para coordinar la oposición, con dos objetivos: el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario